lunes, 17 de junio de 2013

Impacto cósmico en la Tierra hace 12.800 años

Hace unos 12.800 años, cuando la tierra se calentaba al emerger de la última era glacial, se desencadenó una catástrofe anómala que abruptamente revirtió las condiciones climáticas hasta casi el estado glacial típico.


La causa de este enfriamiento súbito se ha discutido mucho, especialmente porque coincide en el tiempo con la extinción abrupta de muchos animales de gran tamaño (el conjunto conocido como megafauna) que vivían en América, como mamuts, mastodontes, perezosos gigantes (que vivían en el suelo en vez de en los árboles) o tigres dientes de sable, y también porque coincidió con la desaparición de la antigua Cultura Clovis, de la que se sabe que subsistía en buena parte de la caza mayor.

Ahora, en una de las más completas investigaciones realizadas sobre el tema, el equipo de James Kennett, de la Universidad de California en Santa Bárbara, ha documentado una amplia distribución de microesférulas repartidas extensamente en una capa de más de 50 millones de kilómetros cuadrados en cuatro continentes, incluyendo América del Norte. Esta capa, conocida como YDB por sus siglas en inglés, es el límite que marca el inicio en el hemisferio norte de una pequeña Edad de Hielo, conocida por los científicos como Younger Dryas (o Dryas Reciente) y que duró alrededor de 1.300 años. La capa YDB también contiene abundantes picos de otros materiales exóticos, como nanodiamantes y otras formas inusuales de carbono como los fullerenos, así como iridio y vidrio que estuvo en estado líquido. Esta nueva evidencia respalda la teoría del impacto cósmico.

Dicho impacto cósmico parece que causó graves efectos nocivos en amplias zonas, a través de diversos procesos que incluyen incendios forestales por todo el continente y un importante aumento en la cantidad de polvo atmosférico. Esa polvareda colosal bloqueó la radiación solar tanto como para diezmar la vegetación y causar una hambruna mortífera entre los animales más grandes (los que mayor cantidad de alimento precisaban) y que dependían de la vegetación directamente (por ser herbívoros) o indirectamente (por alimentarse de animales herbívoros).

En su investigación de 18 sitios de América del Norte, Europa y Oriente Medio, Kennett y 28 colegas de 24 instituciones analizaron las esférulas, pequeñas esferas formadas como consecuencia de las altas temperaturas que fundieron rocas y tierra que luego se enfriaron con rapidez en la atmósfera. El proceso por el que se formaron las esférulas se basa en las grandes temperaturas y presiones que se alcanzan en un impacto cósmico como el acaecido hace 12.800 años. Las condiciones de formación de las esférulas tienen paralelismos con las condiciones que reinan durante la explosión de una bomba atómica.

Pero las esférulas no se forman únicamente por colisiones cósmicas. La actividad volcánica, los relámpagos, y hasta incendios en vetas de carbón, también pueden crearlas. Para poder distinguir entre las esférulas producidas por un impacto y las formadas mediante otros procesos naturales, el equipo de investigación utilizó técnicas especiales, como microscopía electrónica de barrido, en esférulas provenientes de la capa geológica que corresponde al periodo del Dryas Reciente. Esta capa que coincide con el final de la era de la Cultura Clovis suele estar asociada con otros rasgos, incluyendo una "alfombra negra" (una delgada capa oscura rica en carbono sedimentario) así como el material arqueológico más reciente conocido de la Cultura Clovis y los vestigios más recientes conocidos de la megafauna, junto con abundante carbón vegetal que indica la quema masiva de biomasa, algo previsible tras un impacto cósmico de esta magnitud.

Los resultados, según Kennett, son convincentes. El examen de las esférulas de la capa geológica del Dryas Reciente reveló que corresponden al tipo de sedimentos que debían estar en la superficie terrestre de esas regiones en la época del impacto. Los resultados de los análisis también indican que las esférulas son geoquímicamente distintas de los materiales volcánicos. Las mediciones de su magnetismo remanente (el magnetismo que perdura después de desaparecer una influencia eléctrica o magnética) también demuestran que las esférulas no pudieron formarse por la caída de relámpagos.

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