Desde hace varios años, unos neurólogos en la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) han estado acumulando indicios de que existe un vínculo entre algunos pesticidas y el Mal de Parkinson. Hasta ahora, el paraquat, el maneb y el ziram, productos comunes aplicados a campos agrícolas en el Valle Central de California y en muchos otros lugares, han sido vinculados a una mayor incidencia de la enfermedad, no sólo en el colectivo integrado por los trabajadores del sector agrario en contacto directo con las tierras de cultivo, sino también en personas que simplemente vivieron o trabajaron cerca de los campos y posiblemente inhalaron partículas de estos llevadas por el viento.
Ahora, esos investigadores de la UCLA han descubierto un vínculo entre la enfermedad de Parkinson y otro pesticida, el benomyl, cuyos efectos toxicológicos todavía persisten unos diez años después de que esta sustancia fuera prohibida por la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA, por sus siglas en inglés).
Aún más significativo es que los resultados de la nueva investigación sugieren que la dañina serie de efectos desencadenada por el benomyl también puede presentarse en personas que padecen el Mal de Parkinson y que nunca estuvieron expuestas al pesticida.
Ahora, esos investigadores de la UCLA han descubierto un vínculo entre la enfermedad de Parkinson y otro pesticida, el benomyl, cuyos efectos toxicológicos todavía persisten unos diez años después de que esta sustancia fuera prohibida por la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA, por sus siglas en inglés).
Aún más significativo es que los resultados de la nueva investigación sugieren que la dañina serie de efectos desencadenada por el benomyl también puede presentarse en personas que padecen el Mal de Parkinson y que nunca estuvieron expuestas al pesticida.
Se acumulan los indicios de que hay una relación entre ciertos pesticidas y la enfermedad de Parkinson. (Imagen: UCLA)
El equipo de Jeff Bronstein, profesor de neurología en la UCLA, afirma que la exposición al benomyl pone en marcha una cascada de eventos celulares que pueden conducir al desarrollo de dicha enfermedad. Este pesticida impide que una enzima llamada ALDH (aldehído deshidrogenasa) mantenga a raya a una toxina conocida como DOPAL, la cual está presente de forma natural en el cerebro. Cuando la DOPAL no es controlada por la ALDH, se acumula, daña a las neuronas y aumenta el riesgo de que la persona desarrolle el Mal de Parkinson.
Los investigadores creen que sus hallazgos sobre el benomyl podrían ser de utilidad a todos los pacientes que padecen el Mal de Parkinson. Bronstein y sus colegas creen que el desarrollo de nuevos fármacos para proteger la actividad de la ALDH, a la postre podría ayudar a retardar el avance de la enfermedad, aunque el individuo no haya estado expuesto a pesticidas.
La enfermedad de Parkinson es un trastorno neurodegenerativo que afecta a millones de personas en todo el mundo. Sus síntomas, que incluyen temblor, rigidez, y lentitud en el habla y en los movimientos corporales, se intensifican con la degeneración progresiva de las neuronas, principalmente en una parte de la región media del cerebro llamada substantia nigra (sustancia negra). Esta área normalmente produce dopamina, un neurotransmisor que permite a las células comunicarse. Los daños en la región media del cerebro han sido asociados con el Mal de Parkinson. Por lo general, para cuando se manifiestan los síntomas de esta enfermedad, el cerebro del afectado ya ha perdido más de la mitad de estas neuronas, conocidas como neuronas dopaminérgicas.
Aunque los investigadores han identificado a ciertas variaciones genéticas que originan una forma hereditaria del Mal de Parkinson, los genes sólo son culpables de la enfermedad en un pequeño porcentaje, tal como indica Arthur G. Fitzmaurice, coautor del estudio.
"Como resultado de ello, casi con toda seguridad hay factores ambientales que desempeñan un papel importante en esta dolencia", señala Fitzmaurice. "Comprender los mecanismos relevantes, en particular qué provoca la pérdida selectiva de neuronas dopaminérgicas, podría brindar claves importantes para explicar cómo se desarrolla la enfermedad".
El benomyl fue ampliamente usado en Estados Unidos durante tres décadas, hasta que pruebas toxicológicas revelaron que podía provocar tumores en el hígado, malformaciones cerebrales, efectos nocivos reproductivos y carcinogénesis en general. Fue prohibido en 2001.
Los investigadores creen que sus hallazgos sobre el benomyl podrían ser de utilidad a todos los pacientes que padecen el Mal de Parkinson. Bronstein y sus colegas creen que el desarrollo de nuevos fármacos para proteger la actividad de la ALDH, a la postre podría ayudar a retardar el avance de la enfermedad, aunque el individuo no haya estado expuesto a pesticidas.
La enfermedad de Parkinson es un trastorno neurodegenerativo que afecta a millones de personas en todo el mundo. Sus síntomas, que incluyen temblor, rigidez, y lentitud en el habla y en los movimientos corporales, se intensifican con la degeneración progresiva de las neuronas, principalmente en una parte de la región media del cerebro llamada substantia nigra (sustancia negra). Esta área normalmente produce dopamina, un neurotransmisor que permite a las células comunicarse. Los daños en la región media del cerebro han sido asociados con el Mal de Parkinson. Por lo general, para cuando se manifiestan los síntomas de esta enfermedad, el cerebro del afectado ya ha perdido más de la mitad de estas neuronas, conocidas como neuronas dopaminérgicas.
Aunque los investigadores han identificado a ciertas variaciones genéticas que originan una forma hereditaria del Mal de Parkinson, los genes sólo son culpables de la enfermedad en un pequeño porcentaje, tal como indica Arthur G. Fitzmaurice, coautor del estudio.
"Como resultado de ello, casi con toda seguridad hay factores ambientales que desempeñan un papel importante en esta dolencia", señala Fitzmaurice. "Comprender los mecanismos relevantes, en particular qué provoca la pérdida selectiva de neuronas dopaminérgicas, podría brindar claves importantes para explicar cómo se desarrolla la enfermedad".
El benomyl fue ampliamente usado en Estados Unidos durante tres décadas, hasta que pruebas toxicológicas revelaron que podía provocar tumores en el hígado, malformaciones cerebrales, efectos nocivos reproductivos y carcinogénesis en general. Fue prohibido en 2001.
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