Se ha descubierto en bacterias la capacidad de degradar la membrana celular de otras bacterias competidoras, mediante enzimas que no dañan a la membrana de la bacteria agresora.
Este asombroso hallazgo abre las puertas para el desarrollo de nuevos medicamentos antibacterianos destinados a luchar contra las bacterias usando sus propias armas.
Durante la infección causada en un organismo por las bacterias que lo están invadiendo, éstas pueden excretar toxinas que causan daños a las células y tejidos del organismo atacado. De forma interesante, las bacterias también usan unas contra otras mecanismos similares cuando compiten entre ellas. Quizá lo más notable al respecto es que pueden usar sistemas bastante sofisticados de secreción, valiéndose de estructuras similares a jeringas para inyectar las toxinas en las bacterias rivales. Entre los diferentes sistemas de secreción conocidos en las bacterias, el sistema de secreción tipo VI es de importancia particular para la competencia entre bacterias, y se encuentra en muchas especies diferentes de estos microorganismos.
Unos especialistas de la Universidad de Umea en Suecia y la de Washington in Seattle, Estados Unidos, estudiaron los genes y las proteínas que están detrás de este mecanismo de ataque tan selectivo. Los científicos examinaron detalladamente las distintas versiones del sistema de secreción tipo VI en la Pseudomonas aeruginosa, que es una bacteria de los suelos capaz de causar infecciones severas en los intestinos, la sangre y los pulmones, y en la Vibrio cholerae un patógeno que causa el cólera.
El equipo de la microbióloga Sun Nyunt Wai, de la Universidad de Umea, y el microbiólogo Joseph D. Mougous, de la de Washington, ha comprobado que ciertas enzimas, las fosfolipasas, son secretadas por el sistema tipo VI y que dichas enzimas sólo son eficaces contra el competidor pero no para la propia membrana celular de la bacteria productora.
En la investigación también han trabajado Krisztina Hathazi y Takahiko Ishikawa de la Universidad de Umea, así como Alistair B. Russell, Michele LeRoux, Danielle M. Agnello y Paul A. Wiggins de la Universidad de Washington.
En la investigación también han trabajado Krisztina Hathazi y Takahiko Ishikawa de la Universidad de Umea, así como Alistair B. Russell, Michele LeRoux, Danielle M. Agnello y Paul A. Wiggins de la Universidad de Washington.
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