Los resultados de un nuevo estudio en el que se ha calculado la influencia del comportamiento de las nubes sobre el clima, duplican la cantidad estimada de planetas potencialmente habitables en órbita a estrellas enanas rojas, el tipo más común de estrella en el universo.
Este hallazgo implica que en nuestra galaxia, la Vía Láctea, unos 60.000 millones de planetas podrían estar orbitando alrededor de estrellas enanas rojas en la zona orbital habitable de las mismas. A estos planetas habría que añadirles los del mismo tipo en el resto de galaxias del universo. La zona orbital habitable es aquella en la que, por su distancia a la estrella, los planetas allí situados gozan en buena parte de su superficie de una temperatura que permite la existencia de agua líquida.
Los autores del nuevo estudio, de la Universidad de Chicago y la Universidad del Noroeste en Evanston, ambas en el estado de Illinois, Estados Unidos, basan sus estimaciones en rigurosas simulaciones por ordenador sobre el comportamiento de las nubes en otros planetas. Teniendo en cuenta el papel de las nubes, a la luz de lo deducido sobre su conducta en las atmósferas de planetas situados a una distancia ni muy grande ni muy pequeña de su estrella, resulta que la zona orbital habitable alrededor de las enanas rojas es mucho más amplia de lo creído hasta ahora, lo cual, en consecuencia, aumenta de manera notable la cantidad de planetas habitables en el universo.
Las enanas rojas son estrellas mucho más pequeñas que el Sol y con una luminosidad también mucho menor que la de éste.
Los datos obtenidos hasta ahora en las observaciones del cosmos efectuadas por el Telescopio Espacial Kepler de la NASA, especializado en buscar planetas similares a la Tierra que orbitan en torno a otras estrellas, sugieren que, en promedio, hay aproximadamente un planeta con un tamaño similar al de la Tierra en la zona orbital habitable de cada enana roja. Nicolas Cowan de la Universidad del Noroeste, y Dorian Abbot y Jun Yang de la de Chicago, aumentan hasta cerca del doble esa estimación.
Hay que tener en cuenta, tal como señala Cowan, que en los planetas de esa clase, las nubes pueden actuar de manera decisiva como una especie de termostato, ayudando a evitar que las temperaturas suban o bajen demasiado.
La fórmula para calcular la zona orbital habitable en torno a las estrellas se ha mantenido casi igual desde hace décadas. Sin embargo, ese enfoque deja de lado en gran medida a las nubes, que ejercen una importante influencia climática.
Un planeta en órbita a una estrella como nuestro Sol tendría que completar una órbita en aproximadamente un año para no estar ni demasiado lejos ni demasiado cerca de su estrella a fin de mantener el agua en su superficie. Si la estrella es una enana roja, de masa y temperatura más bajas que las del Sol, el planeta, para recibir la misma cantidad de luz solar que en la Tierra recibimos del Sol, debe girar a menor distancia en torno a la estrella, hasta el punto de dar una vuelta completa en torno a ella cada mes o cada dos meses.
Los planetas en esa órbita tan cercana a la estrella acaban teniendo su rotación sincronizada con su traslación, por la mayor influencia de la gravedad estelar derivada de su notable cercanía a su sol. Eso significa que el planeta termina girando sobre sí mismo de un modo tal que siempre le muestra la misma cara a su estrella. En tales circunstancias, dicha cara ostenta un eterno día, mientras que en el hemisferio opuesto reina una noche perpetua.
Obviamente, eso implica que el hemisferio diurno del planeta tenderá a estar muy caliente, y el nocturno muy frío. La presencia de una atmósfera puede suavizar esa diferencia de temperaturas, con vientos que transporten aire caliente al hemisferio nocturno, y aire frío al diurno. Pero eso tal vez no sea suficiente, sobre todo en el caso de planetas muy cercanos al borde más interno de su zona orbital habitable, en los que, según cálculos anteriores, se acumularía demasiado calor. Aquí entran en escena las nubes. Los autores del nuevo estudio han calculado, por vez primera, el efecto de las nubes acuosas sobre el borde interno de la zona habitable. Estas simulaciones muestran que si existe suficiente agua líquida en la superficie del planeta, se formarán nubes de agua en su atmósfera. Las simulaciones muestran, además, que el comportamiento de las nubes tiene un efecto de enfriamiento significativo en la porción más interior de la zona habitable, lo que permite a los planetas mantener el agua en su superficie aún estando mucho más próximos a su sol de lo que hasta ahora se consideraba como el límite máximo de cercanía a una estrella enana roja para mantener agua líquida en la superficie de un planeta de tamaño parecido al de la Tierra. Esto aumenta significativamente la cantidad de planetas habitables en nuestra galaxia, y en el universo.
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Obviamente, eso implica que el hemisferio diurno del planeta tenderá a estar muy caliente, y el nocturno muy frío. La presencia de una atmósfera puede suavizar esa diferencia de temperaturas, con vientos que transporten aire caliente al hemisferio nocturno, y aire frío al diurno. Pero eso tal vez no sea suficiente, sobre todo en el caso de planetas muy cercanos al borde más interno de su zona orbital habitable, en los que, según cálculos anteriores, se acumularía demasiado calor. Aquí entran en escena las nubes. Los autores del nuevo estudio han calculado, por vez primera, el efecto de las nubes acuosas sobre el borde interno de la zona habitable. Estas simulaciones muestran que si existe suficiente agua líquida en la superficie del planeta, se formarán nubes de agua en su atmósfera. Las simulaciones muestran, además, que el comportamiento de las nubes tiene un efecto de enfriamiento significativo en la porción más interior de la zona habitable, lo que permite a los planetas mantener el agua en su superficie aún estando mucho más próximos a su sol de lo que hasta ahora se consideraba como el límite máximo de cercanía a una estrella enana roja para mantener agua líquida en la superficie de un planeta de tamaño parecido al de la Tierra. Esto aumenta significativamente la cantidad de planetas habitables en nuestra galaxia, y en el universo.
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